Desde esta orilla - TU DUELO CONSCIENTE

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Alivio

TU DUELO CONSCIENTE
Publicado de en Emociones · 3 Septiembre 2024
Son las once de la mañana del sábado y mi padre no se ha despertado. Puedo seguir haciendo cosas en mi casa hasta dentro de una hora, cuando la cámara me chivatee sus movimientos, o cuando él mismo, me llame para ver "dónde está su gente". Excepto este mal trago diario, estar con mi padre está siendo super llevadero. Cuando estás con él, no quiere que te vayas, pero nunca te espera. Con la ayuda de la cuidadora, a veces ni se le siente hasta levantarse de la siesta, momento en el que repite la pregunta anterior o "¿Tu sabes algo de mamá? A veces llego a las nueve de la noche, echa unos zorros de trabajar en la parcela y se queda conforme si nos tomamos la última cerveza juntos. Siempre con sonrisa agradecida aunque me llame sargento.

Antes de ponerse mi madre enferma en febrero, ir a casa de mis padres era entrar en un agujero negro. Tengo reducción de jornada desde hace tres años, cuando empezaron a demandar más cuidados y decidí que mi vida no iba a ser más feliz, estresándome por 600€ más. Ese agujero negro se comía con creces la reducción. La necesidad de pensar y memorizar por los dos, hizo de mi madre una gestoría administrativa que a menudo desbordaba la confianza que tenía en si misma. Era brutal la cantidad de papeles que mi madre llevaba en su cabeza; sumadas sus necesidades afectivas, mi madre era lo que llamamos en sanidad "muy demandante": Isa, mirame este recibo del banco que... Isa, porque no vienes conmigo al catastro que otra vez se han equivocado con... Isa, mirale ese brazo a tu padre que... Isa...

Iba a verla casi todos los días que libraba.  Arregladita; le gustaba verme "peinadita y vestidita", cosa q para mí supone, en general un esfuerzo. Me preguntaba el día de antes, cuando iría y aunque respetaba que le dijera que no iría a verla ese día, pocas veces lo hice. Yo que soy de las que se lía y cambia de planes 28 veces en 24 horas,  probablemente tras dormir la noche, no me cabía una visita de 3h y 18 gestiones. No obstante, aunque no me apeteciera echar media mañana en sus quehaceres, pensaba en lo mejor del encuentro, como había aprendido ella, a dar abrazos largos, de más de 8 segundos. Pensaba en cuanto necesitaba yo esos abrazos, y coger mi falda más mona y peinarme me costaba poquísimo. Descubrimos sin hablarlo, que nos encantaban esos 8 segundos, que tras tantos años de mi parto, nuestros corazones volvían a ser uno.

Que el alivio es una de las emociones que se produce en el duelo, lo sabía. Que aunque sea un alivio razonable (porque el enfermo descansa ya por ejemplo), produce culpabilidad, también lo he estudiado. Pero darme cuenta del alivio en "mis obligaciones" diarias, que ha producido la muerte de mi madre, es además dolorosisimo. Un dolor que teóricamente es necesario pasar, pero que es más intenso si cabe, cuando siento la incomprensión en la que vivió incluso por mi parte. Vengo a echar cuentas y la carga mental que ella llevaba, la llevamos ahora entre 3 y a veces tenemos las narices de quejarnos ¡Cuantas veces he leído en una historia clínica "muy demandante"!






Isabel Cantos
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