Desde esta orilla - TU DUELO CONSCIENTE

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Tu duelo
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Morir

TU DUELO CONSCIENTE
Publicado de en Duelos · 28 Julio 2024
No me gustan los eufemismos, así que el título tiene la intención de llamar las cosas por su nombre, ¿Nos rechina? Pues si ya os digo que he tenido una experiencia "mortal", os va a sonar a guasa, pero no.

Le escuché decir a Nazaret Castellanos, que olvidaremos antes los sentimientos y emociones que los datos, así es que me he acostumbrado a escribirlos para recordarlos.  De hecho creo que en alguna parte he escrito ya, como me levanté una mañana, con una sensación de ligereza especial. Era como si de pronto sentía que ya me podía morir, que no tenía ningún problema pendiente o temor al respecto. No soy tan mayor, y me resultó chocante esta naturalidad y sobretodo, el alivio que me produjo durante mucho tiempo.

Es obvio que la experiencia de la propia muerte como tal, no la he vivido, pero sí, y esta vez fue un ejercicio hecho a propósito,  la vivencia de morir. Este ejercicio nada tiene que ver con meterse en un ataúd, que podría ser, ni con celebrar un funeral en vida (muy divertido por cierto), que también sería una opción, se trata de creérselo.

Hace algún tiempo, el círculo de mujeres al que pertenezco quiso tratar este tema y dos compañeras nos ofrecieron un ritual de paso. Consistió resumidamente en hacer una procesión individual por cada una de tus épocas (eran estaciones de cada 13 años), empezando por la primera infancia, hasta la actualidad, y enterrando en la caja de cada estación y cerrando definitivamente, tus pérdidas de esos años. Al final del recorrido hicimos una meditación de abandonar el cuerpo y volver a la luz preciosa que acabó con una inmensa paz. No recuerdo más de mis sensaciones, aunque debe estar en alguna nota que ahora no tengo.

La semana pasada, en la formación de doula de la muerte, tuvimos una experiencia similar. Supongo que para muchas personas es difícil imaginarse ese momento como algo más que un teatro pero cuando me puse en situación fue increíble.
El ejercicio costaba de dos partes. La primera, era hacernos a la idea de que íbamos a morir en breve, ¿Qué haríamos con nuestras dos últimas horas de vida? ¿Cuáles serían nuestras prioridades en el empleo del tiempo restante? Mi primera idea fue clara, despedirme. ¿Pero de quién me despediría? Empecé llamando a mi padre, a mis sobrinos y a mis hermanas. Las reacciones fueron muy distintas incluso diciéndoles de antemano que era un juego; mi padre mandó a la profesora a freír espárragos y mi hermana me mandó más lejos a mi. Pensé escribir una carta a aquellas personas que compartieron mi vida, pero la fiebre de mi sobrino me distrajo, al fin y al cabo, él es uno de los que me llena la vida solo por existir. No obstante, los últimos minutos pretendí hacer un centramiento, pero me fue imposible, estaba tan llena de gratitud y felicidad que me iba a cada minuto. Por mi pasasteis muchas que me leéis, porque sois nutrición pura del alma, porque habéis estado y estáis ahí en cada difícil momento, o/y porque simplemente SOIS. ¿Cómo y por qué he esperado a este momento para decir "gracias"? ¿Cómo no soy consciente de mi fortuna cada día que me levanto?

La segunda parte la empecé ya emocionada y llorando de alegría. A la hora acordada, entraríamos en la sala y deberíamos tumbarnos en silencio para una meditación guiada que nos llevaría a morir primero y a volver a la vida después. Hubo compañeras que efectivamente sintieron la levedad del cuerpo e incluso su ligera elevación. No fue mi caso. "Solo" tuve una visualización; en algún momento de la meditación me fui. Recuerdo la llama de una vela de las gordas, blanca, casi consumida, le quedarían unos tres o cuatro dedos de alto, con una especie de borde de cristal o plástico transparente. En un momento dado, otra vela, de la que no percibí ni su forma ni su tamaño, se volcó hacia la primera para encender su mecha. La segunda vela se encendió. Cuando volví, la visualización estaba acabando y nuestro cuerpo debía empezar a pesar. Yo ya estaba en mente, dándole vueltas a los significados de la vela. Muchos por lo que pude comprobar a posteriori, que cada uno se quede con el que quiera.

Independientemente de lo que cada una sintiera durante la meditación, y de lo que signifique la vela blanca prendida, me quedo con la preciosa foto de mi amigo Pepe Pérez y la oportunidad de agradecer a la vida donde estoy y quien me acompaña. Hace un tiempo, decidí decir "te quiero" siempre que me apeteciera, mi sobrino sabe bien lo pesada que puedo ser. El sentirme agradecida es incluso mejor, lo recomiendo, si hace falta con esta experiencia "mortal"; ojalá que desde hoy, cada mañana y cada noche,  las "Gracias" me llenen el alma hasta el verdadero final.




Isabel Cantos
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