Me he acabado Paula, de Isabel Allende. Me han entrado ganas de volver a escribir por varios motivos, pero el primero es que el libro guarda las huellas de mi madre. Me la he imaginado insimismada en sus párrafos y de pronto, parándose en las pagina que tienen el recuerdo de su esquina un día doblada: la lavadora ha debido terminar, la comida se quema, o mi Juan está a punto de llegar y no he preparado nada de comer. Así se embebía ella.
Le regalé este libro a mi madre hace un siglo, cuando las dos nos bebíamos los cuentos de su autora, pero este fue el primero que no me leí, no me apeteció el tema supongo... Luego vinieron otros que se acumulan en su estantería esperando que yo tome el relevo en su sillón, y prefiera perderme en páginas con olor a viejo a salirme al aire o a charlar de alguna amiga. Ese momento no ha llegado todavía.
Como he dicho a alguna amiga, sigo un duelo de libro. De esos que tanto he estudiado, de esos de los que he explicado en las sesiones de Death Café qué he ido haciendo por los pueblos este último año. Ando arriba y abajo sin motivos concretos. Tengo que admitir también, que el rango de fluctuación al menos de momento, no es muy grande, solo algún "numerito". Me emociono cuando hablo de ella, pero en general, incluso podría llamarlo "serenidad" ¿Estaré serena por primera vez en mi vida, mamá?
El otro día, mis hermanas que lo viven de otra manera, quisieron "ordenar el cuarto de mamá". Lo ven como una tarea pendiente, pero yo no estaba por remover sus cosas todavía y en vez de decírselo directamente solo les decía que dejaran de agobiarse por la ropa y por el desorden del cuarto. Cuando la cuidadora me dijo que tal como le había dicho mi hermana, había cogido varias prendas y había llevado una bolsa a Cudeca, no daba credito. Me entró una crisis de ansiedad y llanto de solo imaginar unas manos extrañas tocando su ropa... tardé horas en calmarme. La sensación era super extraña, una mezcla de asco y frustración impresionante.
Por lo demás, hasta surgir este viaje, he sentido sobretodo apatía; solo me ha apetecido estar tirada en el sofá y cuando me dolía la espalda, el jardín y mis macetas me terminaban de poner caminito del fisio. Me he pasado casi un mes sin hacerme "energías", que me alivia muchísimo el dolor sacroiliaco, pero no he visto el momento de dedicarme a sanarme yo misma; de mi dieta no ha quedado nada, hubiese lo que fuese, comia con ansiedad dulces con trigo, queso de leche, chacinas de cerdo etc; la meditación siempre era postergada para más tarde y cuando llegaba la noche me decía que ya a esas horas me iba a quedar dormida y entonces para qué. Muchos amigos me han llamado, y mi familia está muy pendiente. Sí, echo de menos el calor del abrazo de l@s amig@s que no he visto, me encantaría , pero no tanto como para salir de mi cueva e ir a buscar una vida social que ahora no me reconforta.
Mi madre ya no está fisicamente. Pero mi madre sigue muy presente. Está ahí, cuando me levanto por la mañana con ese pensamiento mágico que me dice que hace varios días que no se nada de ella, y mi primera intención es vestirme para ir a verla (odiaba verme desaliñada o en ropa de campo). Está ahí, cuando veo el manojo de rosas de terciopelo rojo que ha echado el rosal que me regaló y que está casi vencido de tanto peso; mi intención es llevarsesas. Estaba allí cuando me admitieron en esta beca y me compré el billete de avión. Imaginé decirselo... ¿A Polonia? ¡Tu desde luego, no estás bien de la cabeza!... Me encantaba que me "regañara" así, porque al fin y al cabo esa sorpresa con mis "proyectos", llevaba un eco de admiración: ella había pasado de la tutela de su padre, a la de su marido, y yo, aunque ella no le viera el sentido, no necesitaba ningún "tutelaje" para hacer y deshacer. Dejarme sentir esto, no es ni bueno, ni malo, simplemente ES.
En fin, así ha sido este mes de ausencia, vamos a por el siguiente, a ver la "serenidad" hasta fonde llega, porque habrá que ordenar su cuarto en algún momento...