Hablemos de la muerte
Un cambio cultural. Nuestros datos
En una sociedad donde la producción y eficiencia son el “Padre Nuestro”, la muerte queda arrinconada del eco mediático y cultural a menos que “pueda venderse”, esto son muertes trágicas y múltiples en su mayor parte. Siendo junto con el nacimiento, lo único que iguala a toda la sociedad, ricos y pobres, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, sería interesante cuestionarse por qué es “de mal agüero” hablar de la propia muerte y expresar tanto miedos como deseos. Tampoco ayuda a que la muerte esté en nuestras tertulias la institucionalización que hemos hecho de ella.
Expresarse y compartir temas como las voluntades vitales o testamento vital, el ritual funerario en sí, el suicidio o el duelo gestacional son necesarios para lidiar con los duelos, lo más sanamente posible. No es extraño así, que los datos de satisfacción cuando se dan estas tertulias sean abrumadores.
Gráficos
Hablemos de morir entre adultos
Para empezar a trabajar con el duelo propio o ajeno, hay un importante escollo social a salvar: hablar de la muerte con naturalidad. Puede ocurrir, esto es una especulación muy personal, que al hablar de la muerte, la vida se nos presente desde otro enfoque y puede ocurrir también, que nuestras prioridades cambien con este acercamiento a la única verdad incuestionable: al menos, la existencia física tal como la conocemos, se acaba.
El Death Café es un espacio de confianza en el que no más de 15 personas comparten si quieren, o al menos sienten la expresión de los demás, que sin ser un espacio de terapia, ayuda mucho a aligerar la carga que nos produce, ya no la muerte de un ser querido, si no, el estar preparados o no, para nuestra propia muerte.
Los DEATH CAFE nos llegan gracias al trabajo de Jon Underwood (link a la web www.deathcafe.com), aunque basados en la idea del sociólogo suizo Bernard Crettaz de 2004. La base de esta iniciativa británica, no es más que una tertulia de terraza o salón, con la muerte como tema central. La cultura anglosajona más dada a celebrar la vida que a llorar la muerte, nos trae de manos de Glynis German ( @glynisgermancelebrant ) y su asociación Dando Vida a la Muerte (@dandovidaalamuerte ), un espacio abierto a la sociedad, para compartir y expresar miedos o expectativas a cerca del momento final de la vida.
Desde TuDueloConsciente, esta iniciativa nos pareció tan útil, que hace algún tiempo que empezamos con nuestras “tertulias al abrigo de un café”. Los Ayuntamientos del Valle del Guadalhorce (link al video de Coín televisión) se hicieron eco pronto, y ya van más de un ciento de asistentes que en su mayoría repite experiencia.
Si quieres organizar un Death Café con tu familia, amigos o en tu asociación en Málaga y alrededores, házmelo saber en el apartado de contacto, o sígueme en Instagram o Facebook.
Hablemos de morir entre niños y adolescentes
Mientras antiguamente los niños corrían por la casa mientras se velaba al difunto, hoy casi nadie ve a niños o adolescentes por los tanatorios, y su entrada está casi vedada en los hospitales. Esta exclusión de los jóvenes de la etapa final de vida y muerte está científica y ampliamente demostrado que es un error. Está claro que ante la enfermedad y la muerte, si los jóvenes no se despiden, o no resuelven sus dudas, las “enconan”.
El duelo es un estresor psicosocial grave que puede precipitar un episodio depresivo mayor en un individuo vulnerable. La juventud del doliente, la pérdida parental a edades tempranas o la pérdida de una hermana/o en la adolescencia, son factores predictores de riesgo de duelo patológico según Miguel y López (2007).
Las tasas de suicidio han aumentado de forma notable, sobre todo en personas jóvenes, lo cual deja una estela de dolor en un amplio espectro de personas que se relacionan con el suicida; en la familia, las/los compañeras/os de colegio y las/los profesoras/es de personas que han cometido suicidio, aumenta el riesgo de sufrir trastorno de ansiedad y depresión (Shaffer 2001).
En un reciente análisis de las respuestas que me dieron las/ los alumnas/os de entre 19 y 38 años, en talleres sobre la muerte y el duelo, pude comprobar cómo al 68% no le fue cómoda/o “hablar de la muerte propia y la de un ser querido”, cuando se planteó la propuesta, pero el 83% se sintió bien o muy bien, tras la dinámica realizada al respecto. La mitad admitió que no habían hablado nunca o no habían expresado nunca esos sentimientos qué entonces se les propuso.
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Estadísticas
No todo aquello a que hacemos frente se puede cambiar, pero no se puede cambiar nada a lo que no hagamos frente
James Baldwin